“Me gustaría hablar con su experto en termodinámica acerca de este motor”.
Coge esta frase y sustituye motor por un servicio o producto por el que cobras y termodinámica por algo en lo que no seas experto para nada. Aunque sepas de sobra que ese algo es una estupidez. Que no es relevante en tu proyecto. Pero ese algo se te aparece como el de en medio de los Chichos, en tus peores pesadillas de síndrome del impostor.
Charles Kettering no sufría de eso. Fue un ingeniero muy echado para adelante que inventó el motor del Cadillac, el diésel para trenes, la máquina registradora y encima era buena gente (le pusieron su nombre a una ciudad). Fue a Kettering al que le hicieron esta pregunta. Su respuesta:
“Lo siento, no tenemos a nadie aquí que sepa siquiera lo que significa la palabra termodinámica. Nuestro método para crear este motor ha sido intentar una cosa tras otra durante seis años. Hasta que la máquina nos explicó por sí misma qué necesitaba”.
El éxito no está en el camino. Ni en la calidad. Ni en el talento. Todo esto ayuda, quizás. El éxito no es prueba y error. Es error y error.
Cuando esa pila de malas ideas haya cogido una cierta altura, súbete y mira con atención desde arriba tus desechos intelectuales. En tu vertedero de ideas está bien clarita la solución.
Puedes invertir seis años en errores como Kettering o sesenta minutos en un brainstorming bien diseñado y dirigido. Lo detallo en uno de mis correos.